martes, 10 de agosto de 2010

Paraguayosss, paraguayassss…

Cuando la profe de Psicología Social me dijo que debía escribir sobre la idiosincrasia del paraguayo, no pude resistirme. Revisé entre mis viejos mails y encontré una vieja lista, que circulaba en cadenas. Al leerla venían frases a mi mente que no estaban en la lista pero describen aspectos peculiares y graciosos. La intención no es ofender, y a pesar de que parecen aspectos negativos, bueno, son para reírse. Del valor, la perseverancia, el esfuerzo y la excelencia del paraguayo no nos podemos reir… así que voy a tener que burlarme manté, pero con toda buena intención!!! Ahí va…

La joven paraguaya no se maquilla eventualmente para salir, se “revoca” para ir al colegio, y no se va a pasear o a una fiesta, se va “de” paseo o de “farra”. Cuando es tarde para la farra, está apurada y no tiene tiempo para asearse tomando un buen baño hace un “pasado por agua”, y jamás, nunca se pone panties ni brasier, ella se pone su bombacha y su corpiño. Para ponerse de acuerdo con sus amigas sobre el lugar y hora de la farra, les “mensajea”. La mamá no se preocupa por que su hija no llega de la farra, ella “se quebraaanta!”. Y si llega a las 6 de la mañana, ella no se disgusta, “reniega”.

El joven paraguayo no se escapa del colegio, el “pîa”. Y cuando olvida hacer la tarea no pone excusas, inventa una bolaterapia. Si no estudió para el examen, trasnocha para hacer un “copiatín”, que se puede hacer a mano si desarrolló el talento de escribir con letra casi microscópica, o hacerlo con letra normal y pedir una reducción en la fotocopiadora. Si no tuvo tiempo para hacer el copiatín, “pilotea”. Si tiene una buena calificación “salva” la materia, no sabemos de qué pero la salva. En Paraguay no se practica fútbol, sólo se juega partido. El más habilidoso en la cancha es el que sabe “chulear”. Los paraguayos nunca cometen una falta contra el adversario, le hacen “ful” y le “troza” a su contra. Tanto el director técnico como el árbitro comparten el título de “Profe”. Otro deporte muy practicado son loas carreras. Si querés desafiar a otro niño a una carrera es suficiente decir “último bolí kuña”, lo cual no es una expresión de racismo, sino una frase tan vieja que carece de sentido, es como decir, “juguemos una carrera”. Cuando el paraguayo se hace mayos, nunca perturba la paz pública, él arma moquete.

En Paraguay está prohibido girar en las esquinas, sólo puede volearse la esquina. Uno no viaja en ómnibus, se va en colectivo o en micro. En Paraguay no se practica mucho moto cross, pero sí lo que se llama micro cross, gracias a un invento muy divertido llamado “lomo de burro”. Las calles están adornadas con cartelitos muy vistosos, conocidos como señales de tránsito, que están ubicados en unas pocas esquinas; son muy lindos pero nadie parece saber para qué sirven…

Las primeras pude hilarlas, y aquí unas últimas, que casi no tienen que ver una con la otra, mientras va repercutiendo el cansancio en mi cuerpo:

El paraguayo no prueba, tantea. No espera al vendedor de vísceras de vaca, pesca por el churero o la burrerita. Sí podó su árbol pesca por el carrito para que lleve las ramas. El niño paraguayo no tiene gastroenteritis, tiene chivivi. Y mientras una persona no llega a destino a la hora pactada decimos: “a lo mejor” tuvo un accidente… me pregunto qué podría pasar si fuera “a lo peor”?

Colaboren con sus ideas en los comentarios… Les voy a dar los créditos, no se preocupen.

La migración y su repercusión en la sociedad

Coincidimos en que la familia es la base de la sociedad. La difícil situación económica por la que estamos atravesando en Paraguay hace que tomemos decisiones que afectan negativamente en la salud familiar. Una de estas decisiones es el desmembramiento de la familia por causa de la migración.
Dejamos de lado otros casos en los que, personas solteras, que van a estudiar o trabajar, no dejan a sus hijos ni una familia de la que son cabeza. Por lo tanto no son protagonistas de grandes conflictos. Si tienen la fortaleza emocional y el espíritu de aventura para estar mucho tiempo lejos de casa, podrán salir triunfantes en su proyecto.
Es cierto que hay personas que han ido al extranjero, se proveyeron de capital y volvieron para dar a su familia lo que necesitaban, pero estos casos pueden contarse con los dedos. Lo normal es que, la persona que emigra y vive sola en el exterior, busque compañía para soportar la soledad y la angustia, lo que a veces y casi siempre deriva en infidelidad, y otras veces termina en el inicio de una nueva vida y el olvido de las promesas, los acuerdos, el cariño. Esto se debería, primero, a una baja calidad en las relaciones familiares previas al viaje, lo que hace que los lazos de pareja estén desgastados. Esto a su vez facilita el reemplazo del cónyuge por otra persona. En otras situaciones, en las que se da la infidelidad como una aventura, es el cariño hacia los hijos lo que hace que no se llegue al abandono.
El resultado común en los niños que tienen padres en el extranjero son: trastornos del aprendizaje, trastornos de conducta, temor al abandono, problemas de identidad, inseguridad, y muchas veces, lamentablemente, la repetición de la historia en sus propias familias.
Nadie amputa su familia para dejarla así. La esperanza es que el familiar regrese luego de un tiempo, cuando hayan juntado el suficiente capital para montar un negocio que provea equilibrio en los bolsillos.
Otra situación de la que somos testigos es la muerte de los compatriotas en tierras lejanas. A pesar de que se hayan ido con una salud de fierro recibimos la triste noticia de que “su corazón no aguantó”. Podríamos atribuir esto a la soledad, la discriminación, las dificultades, el esfuerzo o las privaciones que se sufren, manifestadas en forma psicosomática.
Los conflictos que vemos plasmados en cientos de anécdotas de compatriotas traen como resultado: hogares destruidos, pérdidas irreparables y una economía que, si bien luego e la experiencia es mejor, no produce los resultados que se esperaban. Como resultado vemos que, a pesar de que a veces mejoramos la situación económica de nuestra familia, no logramos adquirir el bien mayor: la felicidad.